24 de marzo de 2012

Decisión

Su bebida favorita era el té verde, de entre sus preferidos, el de aroma a jazmín. El mejor que había encontrado hasta el momento lo compró hace unas semanas en una pequeña tienda de Montmartre. Ahora la esperaba paciente y humeante en la taza de una conocida universidad norteamericana, en la que jamás había estudiado. En ese momento, además, sonaba su canción favorita del mes. Era el escenario perfecto para lo que estaba a punto de acontecer. Sin más, ejecutó con rapidez y precisión el click final en el teclado de su portátil, cómo el cirujano que realiza una incisión en el vientre de un paciente al que tiene especial cariño, y que requiere un pulso inquebrantable y un estado de relajación profunda, pero consciente. Un golpe certero de muñeca precedido por un hondo suspiro que deja por unas centésimas de segundo la mente en blanco y el corazón alerta. Sólo un instante después todo se nubló, le zumbaban los oídos y sentía nauseas. Pronto consiguió volver en si y comprendió que la intuición no le había fallado. Comprar ese billete había sido una decisión acertada. Pronto estaría embarcada en un avión camino a Sidney. Echó mano a la taza de té, dio un sorbo lento y profundo. Se alegró de ser adicta a aquel brebaje acuoso y no a cualquier otra sustancia menos inocua, porque beber, bebía, y mucho.


1 de marzo de 2012

El pan nuestro de cada día

Mírate, si estás hecho una pena.
Con lo bonito que es el uniforme y lo que lo desmereces.
Métete la camisa y súbete el pantalón.
Mucho mejor.
Vete a lavarte las manos antes de merendar, y de paso repeínate un poco, que parece que vengas de la guerra.
Y después a hacer los deberes, si no quieres que esconda la play otra semana.
Cómo vuelva tu padre y no estés estudiando, nos va a caer una buena...
Por cierto, ¿qué pasó con el examen de matemáticas?
¿Pero cómo que no sabes la nota, si fue hace ya una semana?
Anda, saca la agenda, a ver si te ha puesto alguna nota la profesora.
Venga, tráela o voy yo a buscarla.
Mira, qué casualidad, de repente te acuerdas.
¡¿Cómo, un cuatro setenta y cinco?!
No, si ya lo dice tu padre, que eres negado para las matemáticas.
Yo no sé de que sirve tanto ayudarte, que nos desvivimos por ti y así nos lo pagas.
Está claro que no estudias lo suficiente.
El pan nuestro de cada día.
¡Si es que eres un vago!
Pues este fin de semana olvídate del cumpleaños de Jonathan.
Madre mía, si se entera tu padre...
Si te pregunta dile que sacaste un seis y a ver como nos las apañamos para el próximo examen.
No lo veo claro, hijo, no lo veo nada claro.
No sé yo si este año aprobarás todas, y como te quede alguna nos vas a dar el verano.
¡Ay, Dios mío, la puerta!
Corre, corre, saca los libros, que parezca que hacemos algo.
Ay Dios, que no se entere, que no se entere que nos la cargamos.